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Alfonso III, conocido como el Benigno por haber sido un hombre sensato, razonable y benévolo, es el único rey de la Corona de Aragón cuyos restos descansan en la Seu Vella. En la época medieval la mayoría de los reyes prefirieron enterrarse en los monasterios cistercienses de Poblet y Santes Creus.

Nacido en Nápoles en 1299, Alfonso III el Benigno fue el segundo hijo de Jaime II el Justo y Blanca de Nápoles. Durante el reinado del padre estuvo al frente de la expedición catalana que consiguió la conquista de Cerdeña entre 1323 y 1324. Poco después accedió al trono, concretamente en el año 1327. Tuvo un reinado corto, de solo nueve años, ya que murió en Barcelona a los 37 años a causa de la malaria.

En 1336, el año de su muerte, fue enterrado en el convento que los franciscanos tenían en aquella ciudad. Años más tarde, su hijo, el rey Pedro III el Ceremonioso, ordenó trasladar los restos al convento de los franciscanos de Lleida, cumpliéndose así lo que su padre había dejado escrito en testamento. Sin embargo, con el estallido de la Guerra de los Segadores en 1640, el convento fue saqueado y sus restos esparcidos por el suelo. Entonces fueron trasladados a la Seu Vella (1646), más tarde a la iglesia de San Lorenzo (1773) y, finalmente, a la Seu Nova (1781). Ahí permanecieron hasta que en 1986 la Asociación Amics de la Seu Vella, con el apoyo de las instituciones locales, promovió el retorno de los restos del rey a esta catedral, al considerar que la Seu Vella era el lugar idóneo, pues era donde el rey se había casado en primeras nupcias con Teresa de Entenza.

El osario, de factura moderna y sostenido por dos ménsulas leonadas, contiene, además de los restos del rey, los de su segunda esposa, Leonor de Castilla, y los del infante Fernando.