El claustro de la Seu Vella, además de estar considerado uno de los más grandes de Europa por sus dimensiones, es uno de los pocos claustros, también a nivel europeo, que excepcionalmente, quedó abierto a la ciudad. Una singularidad pues, que lo aparta de los claustros convencionales, ya que por definición, los claustros, son patios cerrados. De hecho, la palabra claustro deriva del latín claudere, que significa cerrado. Así pues, toda la galería sureste, donde ahora te encuentras, es un mirador fantástico para contemplar la ciudad, el río Segre y la huerta.
A pesar de que la documentación antigua no explica el porqué de esta particularidad, hay que tener presente que el acceso a la catedral se hacía, habitualmente, por la puerta gótica de los Apóstoles, una puerta que da acceso directo al claustro. Esto quiere decir, que para entrar a la iglesia, primero había que atravesar el claustro, convertido así, en una plaza pública, que lejos del silencio, la meditación y el recogimiento habituales, estaría lleno de gente y de un murmullo constante. Así pues, una buena manera de mostrar que el claustro de la Seu Vella no era como los demás, fue dejarlo abierto.
Cabe decir, que como el resto de claustros, fue un lugar de reposo de destacadas familias de aquella época, maestros de obra o eclesiásticos, así como el escenario de grandes recorridos procesionales.