Al igual que la construcción de la catedral marcó a nivel eclesiástico la nueva realidad surgida a raíz de la conquista de la ciudad andalusí de Larida en el año 1149, la construcción del Castillo del Rey fue el elemento visual del cambio a nivel político.
Los siglos XIII y XIV fueron la época en la que el castillo vivió sus mejores momentos, coincidiendo con la situación que también experimentó la ciudad en plena expansión comercial y constructiva.
La situación cambió radicalmente durante los siglos XV y XVI, cuando los reyes, en sus estancias en la ciudad, dejaron de alojarse en él. A partir de entonces se inició un proceso de abandono y degradación que culminó con su transformación en cuartel militar durante la guerra de los Segadores. A la compartimentación de sus espacios, se fueron añadiendo mutilaciones diversas durante la guerra de Sucesión, pero las agresiones patrimoniales más importantes se produjeron durante los siglos XIX y XX, cuando el castillo se utilizó como polvorín. Su explosión redujo gravemente las dimensiones originales del castillo.
El Castillo del Rey fue declarado monumento histórico-artístico el año 1931, pero la tropa permaneció en él hasta 1948. Iniciada la desmilitarización de la colina, y a diferencia de la catedral, el castillo quedó condenado al olvido. Fue durante la década de los años ochenta cuando empezaron las primeras excavaciones arqueológicas encaminadas a integrarlo nuevamente en la vida de los leridanos.