En el marco de la guerra de los Segadores contra el rey Felipe IV, Cataluña se acogió a la protección de Francia y la ciudad de Lleida se convirtió en un punto de máximo interés para los contendientes. Este hecho supuso la llegada de ingenieros franceses a la ciudad con la intención de fortificarla y adecuarla a los nuevos tiempos. El resultado fue demoledor. Se derribó prácticamente todo el barrio de La Suda y las edificaciones fuera muralla más próximas, fundamentalmente conventos y monasterios.
Entre 1641 y 1644 se construyeron diferentes baluartes unidos entre sí por tramos de muralla: el baluarte del Francés, el Puntiagudo, el del Rey y el de la Asunción. Entre 1644 y 1649 las obras fueron reanudadas por los gobernadores españoles y de este momento son la contramuralla que rodeó el castillo real y el baluarte de Cantelmo, conocido posteriormente como el baluarte de Louvigny.