En esta capilla, situada a los pies de la nave de la Epístola, se encuentran las pinturas mejor conservadas de toda la catedral. Fechadas alrededor de 1330, representan enmarcado por un gran arco un calvario, a cuyos pies se sitúa, arrodillado, el fundador de la capilla, Guillem Soler. Diferentes personajes acompañan la escena, que, situada en la parte frontal, formaría parte de un programa más amplio representado en los laterales de la capilla, aunque éstos se encuentren en muy mal estado de conservación.